domingo, 27 de marzo de 2022

                      




                        Luz celeste

custodiada por

un albino

cuneiforme

tan pequeñito

que sus dientes

alumbran mis

dedos.

Corre despacio,

abre la alacena,

mírala escuchar la radio,

sintonizar la emisora colombiana,

menear los espaguetis

y decir es vasta la tarde.

Se me han secado

los labios

y la bata azul,

se corroen los retratos,

se desgarran entre sombras.

                        La bata azul

                        y los gatos pardos bebiendo la leche.

                                         Llega la leña de contrabando,

                                          el queso suave y magro.

La mantequilla escurre por sus brazos.

Los niños aún corren por la calle.

Buscándolo,

acariciando sus dedos

y el febril deseo de ser libres,

de no atascarse en las cerraduras.

Sofía ha partido

y Remo es indolente,

se ha marchado al Sur con su hija,

fugitiva y desventurada,

ella es vieja como la cal enmugrecida

y petrificada en los huecos

                        de esa casa rota.

Remo ha olvidado a Sofía,

ingratos fueron sus besos.

Con una correa negra

surcaba su espalda y sus piernas,

                        el vientre hinchado por tantos hijos.

Remo ha pateado a Sofía en su abdomen,

este sangra

se desmiembra,

los chorros son

azules            morados        rojos.

Sofía ha malparido una bestia negra

como el sol verde del infierno,

sin dientes                ni ojos,

sordo              violento,

con saliva profusa,

es prominente el desarrollo de la bestia.

Sofía ha dejado a Remo.

Remo no recuerda a Sofía,

la lloró solo un momento en su tumba,

sus lágrimas eran diminutas

se esfumaron con el viento,

se dilataron en sus poros.

Remo y Sofía:

una anti historia de amor.


                Carmen Rosa Orozco.

                De Sylvia y los gatos.

                Dibujo de Paula Bonet.

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