La
bruja de Siles.
Mi
nombre es Odessa Fuentes, nací en Siles en noviembre de 1994, ahora cuento con
817 años, no he podido morir desde ese entonces. Giro sobre una piedra sin
poder descender de ella, no duermo ni como, ni tengo necesidades fisiológicas,
lanzas de vidrios y espejos me circundan con el peligro de cortar mi cuerpo si
atrevo a bajarme, de desfigurarme y hacerme un amasijo de carne hirviente y
sangre. La noche se confunde con el día, y el sol se entremezcla con la luna,
sin poder diferenciar la claridad de la oscuridad. Desaparecí cuando contaba
con 28 años de edad, allí se detuvo mi reloj biológico; estaba en el patio de
mi casa en Andalucía, que tiene 3 hectáreas de superficie, se encuentra cercado
por una frondosa capa vegetal y muros de ladrillos que lo hacen inaccesible a
la vista de los curiosos.
En
ese solar enterraba todo tipo de amarres de amor, hechizos para tumbar la
potencia sexual de las parejas de mis clientes, ofrendas de animales para
voltear encantamientos, es decir, enterraba con rabia y furor todo lo que
quedaba atado a esta tierra sin poderlo desatar porque el mal quedaba hecho sin
poder revertirlo, nunca nadie vino a mi consulta a querer inhumar algún trabajo
de hechicería.
El
pueblo celebraba la fiesta de San Miguel Arcángel, era una noche de septiembre,
de repente, se abrió un hueco enorme y profundo en la mitad del patio de donde
emanaba fuego, y quedé girando sobre esa piedra maldita de Jaén, afuera se
sucedía un preciso momento del 31 de mayo de 2023 intercalado en todos los días
que corrían, ese evento sólo se repetía para mí, y fue cuando descubrí que
estaba en un triángulo amoroso pero en el subsuelo transcurrían los siglos de
forma vertiginosa y en lenta reversa a la vez. Leía las cartas del Tarot, las
Runas, el Péndulo y las volutas del cigarrillo; leía el destino de los otros
pero el mío nunca me importó. Las acciones de la gente se suceden por tres
causas: lo que te corresponde por destino, lo que haces por libre albedrío y lo
que cambias por efecto de la magia. Más no pude intuir de manera precisa lo que
me aguardaba.
Un
7 de enero de 2015 conocí a Vicente Montero, el hombre que desgració mi vida.
Lo amé y lo odié en igualdad de proporciones, sin reservas ni medidas. Era
espléndido en ocasiones, en otras era simplemente cruel. Era mi novio,
manteníamos una relación abierta, con planes postergados de vivir juntos que
nunca se concretaron. Ese día de mayo descubrí que tenía otra mujer, era una
relación paralela, al igual que yo, ella se creía la única; me volví
literalmente loca, ya que para esa época mis días los pesaba sobre una balanza
debido a que padecía lupus, mi organismo era atacado sin piedad por esta
enfermedad.
En
el año 2016 le hice el primer hechizo: le di a beber tres gotas de sangre del
primer día de mi período menstrual, tenía que dárselas en luna llena, lo invité
a casa, le hice un rica cena y luego en un café negro espeso eché el brebaje,
antes lo conjuré: Tú, Vicente Montero, por el poder de mi sangre invadiendo tu
cuerpo y amarrando tu voluntad a mis fluidos quedas a la disposición de mis
deseos, aminus alaces separius eme trome, así está hecho y no será deshecho.
Había aprendido la lengua de las brujas por parte de mi abuela paterna
Rosamunda Morantes. Vestía un pequeño vestido negro profundo que entallaba mi
cintura y mi piel blanca, había renunciado a la fe católica de mis padres y en
el fondo sentí que estaba siendo condenada por una entidad invisible afecta a
la Santa Inquisición, sé que vendrían a quemarme, no habría juicio ni
espectadores, pero yo presentía lo que me iba a suceder.
La
voluntad de Vicente había quedado amarrada a mis designios, casi todo lo que le
pedía lo hacía con prontitud. Desde el principio supe que era mujeriego y
mentiroso, pero mi adicción al drama y la hechicería hacían de este amor algo
atractivo y que me arrastraba a los límites donde la locura y el amor se funden
para autodestruirte. Había entrado en la espiral descendente de no reconocer mi
rostro ni mis emociones, todo lo que hacía giraba en torno a él, mi felicidad
dependía exclusivamente de estar con él y tocarlo tanto hasta sentirlo mío, los
motivos para estar alegre se derivaban de verlo y oírlo, me había enfermado de
amor por Vicente, de manera conclusiva y letal. Ya sabía que ese hechizo le
traería horas de agonía a la hora de su muerte, tendría que vomitar mi sangre
para poder morir, pensar en ello me mortificaba pero el hecho de tenerlo era
más fuerte que mis remordimientos. Él era cinco años mayor que yo, pensaba
estar para siempre con él, en librarlo de mí sangre corrupta al momento de
morir, pero no fue así.
Soy la bruja de Siles
la más enérgica y etérea
que confundió su poder
con el de Dios.
Vicente, me he vuelto
loca en tus labios,
destruida como un gran
incendio que no deja de arder.
Soy la más influyente de
la Sierra de Cazorla
todas las brujas de
Europa viajan en sus escobas
para pedirme consejos y
pócimas de amor,
el cielo lo he disuelto
en mis largas negras uñas
que no brillan ante el
sol
sino que se lo tragan
como a un pequeño murciélago
que no deja de aletear.
Giro sobre una piedra
infernal
como una bailarina
dentro de un cofre musical
sumida en el más profuso
fuego,
ellos vienen a quemarme
pero las estalactitas de
vidrios cortantes no los dejan entrar,
sus sotanas blancas
quedan manchadas de hollín.
Mírame, Cristo Negro de
Esquipulas,
mi espíritu atormentado
ha viajado ante ti,
desando descalza por
Guatemala
buscando tu perdón
aunque rechace la cruz.
Transcurre
el mes de julio de 2018 y mi amiga Tania vio a Vicente con otra mujer frente a
su supermercado, se la presentó como una amiga especial, él jugaba con las
mujeres y mi razón se descolocaba viéndose al frente de un abismo. Envié a uno
de mis cuervos a comprobar dicha información y era cierta, lo había envuelto en
un velo de invisibilidad, aruñó a la amante en el rostro, la hacía sangrar y
llorar, estalló las prótesis de sus senos y no paraba de gritar, desde el
espejo de mi cómoda pude observar todo, estaba poseída por la bruja Adalanius,
una hechicera mayor del noroeste de Europa con la cual había pactado en un
aquelarre en Bruges. Era tarde para devolverme, me había desviado de mi esencia
a causa de un mal amor; ni mi belleza, juventud y dinero obraron la gracia de
salvarme, me estaba convirtiendo en un ser oscuro y sin alma, pero era adicta a
él, no ser exclusiva para Vicente me había desquiciado.
Vuela de regreso a mí,
ave carroñera y negra,
trae la piel de esa
mujer en tus uñas para alimentar a tu esposa.
Has vivido toda tu vida
con ella
sin querer tener más
elecciones,
fiel a ella como ningún
otro.
Vicente
nunca supo que era bruja, mi casa tenía dos aspectos y estaba encantada, lo
cual realicé en una de mis reencarnaciones durante una luna azul del año 1845,
a los ojos de mis clientes y visitantes era normal, porque estaba hechizada
para ocultar su decoración lúgubre y ancestral, sólo los espíritus de los
muertos y las brujas podían verla en su dimensión del horror y profundidad, las
paredes se desvanecían, las cortinas flotaban por los ambientes y el mobiliario
se disponía a su antojo. Asius verus mayis asires, asius verus mayis asires, asius
verus mayis asires; palabras que declamaba los primeros viernes de cada mes a
la medianoche para ocultar mi casa a los otros.
Cuando
lo descubrí con la chica de las siliconas le quité su potencia sexual de un
tajo, conjurando un plátano amarillo a las tres de la madrugada, escribí sus
nombres y apellidos tres veces a lo largo, luego encima puse clavos oxidados
para tumbar toda erección posible. Tú, Vicente Montero, serás impotente con
cualquier mujer que se te presente, tu miembro no lo levantará ninguna falda ni
labios de miel, sólo conmigo podrás ser hombre cada vez que desees arder; y
proferí a la vez: aracus valim perfeos, samara asima seus. Después, enterré el
plátano hechizado que semejaba su pene en mi patio, a una profundidad de 17
metros, fue bañado de la espelma de 66 velas negras, de 6 plumas de 6 cuervos
diferentes, de un mechón de su pelo y de 6 onzas de mi sangre menstrual, luego
envolví eso en una tela negra; seis brujas de Gamarra volaban alrededor del
entierro gritando conmigo el conjuro. Para ese momento ya le había robado la
voluntad y sexualidad a Vicente, y había extraviado mi alma.
La
personalidad de Vicente era cambiante, a veces era patán y déspota, otras era
encantador y vibrante, a mis ojos era perfecto, y en esa loca causa de querer
encerrar su alma y deseos dentro de los confines de mi voluntad llegué a
amarlo, cuando no se sometía por completo a mí lo odiaba, lloraba llena de
rencor e insuficiencia; él no tenía la culpa de mis delirios. Era el domingo
seis de agosto de 2023 y Amalia Guzmán contestó su celular, se burló de mí,
pretendía estar con él muy feliz, más yo sabía por mi bola de cristal que sólo
la podía poseer con un vibrador, su lengua y sus dedos, su pene se tornaba sin
vida ante ella u otra mujer; pero ser mujeriego era parte de su naturaleza
esencial, lo podía aquietar a periodos pero luego se desbocaba, tener mujeres
diferentes le hacía sentir vivo. Pero esa tarde le juré a Amalia que era mujer
muerta, que la iba a matar sin saberlo.
Lo
quise dejar y a la vez lo quise tener en un para siempre inmóvil y tácito, sin
precauciones. Tenía sed de venganza, lo quería arruinado. Me dispuse a embrujar
sus empresas, pero lo amaba. De igual forma, lo conjuré para mal, mi amor
propio lastimado estaba por encima del amor que le profesé. Son las dos de la
madrugada y sobre una paila de hierro hago el hechizo de ruina y decadencia;
echo tierra de cementerio, el logo y nombre de su empresa en papel fotográfico,
6 herraduras oxidadas, 15 trozos de cactus, tres ajíes picantes, cenizas de
muerto, pimienta negra y pimienta voladora; todo ello lo quemé hasta hacerlo
polvo y lo regué en el frente de sus propiedades recitando como una loca en
ciernes: Vicente Montero, tus empresas y negocios, caerán en declive, tus
bolsillos estarán vacíos y la ruina económica te cobijará, vagarás sin rumbo ni
monedas a tus pies; asaris esus omnis. Todo lo que tenía lo fue perdiendo como
se derrumba un castillo de naipes. Lloré su ruina y mi dolor por no poderlo
tener.
Después,
consumé mi venganza contra Amalia Guzmán, era una vividora de oficio, taimada y
zalamera como toda arribista, manipuladora y que controlaba sus emociones con
pérfida precisión. Tenía como ocupación ser diseñadora de ropa deportiva y uno
de sus pasatiempos era practicar senderismo. Envié a uno de mis cuervos a su
habitación y en un frasco del más puro cristal se absorbió parte de su
respiración. Construí un armazón con forma de caracol con una cartulina negra,
introduje luego el frasco con los respiros, tierra de panteón, su foto con sus
datos y fecha de nacimiento, y deseé con todas mis fuerzas que muriera de un
infarto en una de sus caminatas, lo enterré luego en un cruce de caminos en el
Valle de las Brujas de Amir, enuncié con odio: Amalia Guzmán, que tu
respiración y flujo vital queden apagados como una vela, que tu alma te
abandone y se pierda para siempre en las arenas de los muertos sin porvenir;
asicus masis veus. Así fue, a los siete meses murió infartada en una excursión,
ya había condenado mi alma, era la primera vez que mediante la magia y el verbo
le quitaba la vida a alguien, mis celos me castigaron y me quité la oportunidad
de ser amada por un buen hombre.
En tus ojos deposité mi
vida,
en tu sonrisa quise
detener mi felicidad,
pero no fue así,
porque no quise entender
que todo era transitorio
y que en cualquier
momento estaría sin ti.
Recorro tu piel en mis
recuerdos
bebo tus besos con la
más profunda melancolía.
El tiempo se detuvo para
ti,
mientras yo giro como
una bruja negra,
no puedo escapar de la
piedra maldita de Jaén.
Revivo cada día de los
ocho años que estuve junto a ti,
la memoria táctil
condena mi mente y aprisiona mis estímulos,
he quedado loca y
solitaria en este hoyo sin fin,
condenada por mis
brujerías y falta de piedad.
La cordura me abandonó
cuando te perdí.
Soy la potente bruja de
Siles que no deja de girar.
He perdido lo más
valioso que tenía:
mi alma inmortal,
por un amor que no me
correspondió.
He perdido todo por
Vicente y no lo pude tener,
de nada sirvió mi
belleza y juventud,
por ir detrás de un mal
amor.
Es el año 2811 y me he enterado por un cuervo traidor que Vicente falleció a los dos meses de mi desaparición, tuvo un accidente de tránsito y agonizó por ocho noches, no podía morir. Su médico tratante dijo que murió luego de vomitar un líquido negro y putrefacto. El cuervo se carcajeaba y decía que era la sangre menstrual de la bruja de Siles, la que fui yo, era mi asistente y tomó mi forma humana, se hizo el dueño de mis posesiones y mi consultorio esotérico, nadie nunca notó la diferencia. Me conjuró junto a la Santa Inquisición a la profundidad macabra del infierno, a no morir y recordar por siempre a Vicente. Soy la bruja de Siles, te amo con pasión en la agonía del tiempo y en tus ojos verdes que miro con tristeza para mi pesar. Me llamo Odessa Fuentes y no te he dejado de amar. ¿Se parece el amor a la locura o a la razón? Eres tú, Vicente, quien camina en las puntas de mis dedos y en todo lo que es nombrado para recordar. Era cierto que la perversidad tiene su castigo, el mal puede devolverse de manera sencilla o inverosímil. Fui tan caprichosa y giro eternamente por perseguir un vil amor. Todo lo que comienza mal, termina mal.
Carmen Rosa Orozco.
Del híbrido: Los 20 retratos de Sofía en la pared.
Fotografía de Ilya Kisaradov.