martes, 26 de octubre de 2021

 

            

               Voy vestida de Novia

con un traje blanco y muy largo,

con el cual me enredo,

mi embarazo no se nota

es una nuez en mi vientre,

los ríos confluyen muy transparentes.

Virginia y Grecia lavan las piedras,

no cuento con una caída en picada,

es denso el consentimiento de mi compañero,

una bruja vestida de negro volando en su escoba

asusta a los invitados a la boda,

se resguardan sobre la casa

que se desmorona en la cumbre.

Lo que no vi callé, lo que admiré

lo convertí en el oscuro testamento de mis días.

Ahora mis huesos son cal para las aves de los campos.

Regué luego las flores

que adornaron las mesas

y lancé mi bouquet

a una vieja solterona y desprejuiciada

que besó mil bocas suicidas

y sucumbió ante cuerpos

olorosos a almizcle y aguardiente,

mi boda fue una mañana azul

donde el viento no soplaba sino se enardecía

iba como una muerta,

pálida y sin ninguna expresión,

el tiempo rebotó

junto a las ballenas venidas de un mar alterno,

ahogué mis ecos,

saturé mis pesadillas de rosas y dinero,

pasé por el dintel de su puerta

y crecí como levadura hasta el cielo,

miré tu rostro en mi desmemoria

y no supe más de Valmore en mis sueños,

ni de los fantasmas que me aterran

en las mazmorras viscosas

de los vasos curtidos por el tiempo.

Pero he soñado Dylan Thomas, he soñado

con la sal de las apariciones

y la fecunda caída del tiempo entre mis manos.

Miro al novio y culmina mi boda.


Del poemario: El país de Amanda.

Carmen Rosa Orozco.

Fotografía de Katerina Plotnikova.





 

 

jueves, 7 de octubre de 2021

 

                                         Fotografía de Irina Dzhul.


Las 79 lunas de Júpiter marchitaron la conciencia de Alicia en el retrovisor.

 

Alicia me cuenta que habló con la  profesora Mónica Grady

de su aseveración sobre la existencia

de alguna forma de vida en Europa,

una de las 79 lunas conocidas de Júpiter

y como mis pulpos sobreviven en las heladas aguas bajo las capas de esa luna;

ser vegetariana ha causado estragos en mi flora intestinal

y en las barajitas coleccionables de microorganismos

que desestiman la luz solar en Marte,

todo ello apuntado en el cuaderno de notas de la científica

de manera estricta por mi caligrafía Palmer

ya que duda de los datos virtuales almacenados en la Nube

y en la memoria de elefantes transgenéricos;

mi ayuno voluntario me ha hecho partícula divisible

de la luz que viaja a 600 millones de kilómetros de la Tierra

siendo materia fecunda y celeste

para el alimento de seres inexistentes e interplanetarios.

Sospeché de mis otras vidas:

una adelantada en los siglos

como física cuántica

diseccionando lo indigerible y atroz,

de otra que enrevesó mis dedos

como dibujante de perfiles y pieles vibrantes

en una época desenfundada por revólveres de grafito,

o de una cantante  retro que escribe letras agonizantes de melancolía

perteneciente al género pop barroco

y que destila los segundos en las historias del Instagram,

o siendo un delfín rosado que gerencia

un hotel en Marbella

saltando así de la oficina

hacia un mar esplendoroso y sin métodos eficaces.

Pude ver en el Cronovisor oculto en el Vaticano

los planos circulares de un televisor del tiempo

construido por un monje benedictino, un Nóbel de Física y un ex nazi llevado a la Nasa,

eran las voces de Marcello Pellegrino Ernetti, Enrico Fermi y Wernher von Braun,

sus reuniones secretas fueron expuestas en la década de 1960

pero de nada sirvieron las precauciones,

con asombro y junto a Pío XII

pudimos escuchar

el acalorado discurso de Cicerón ante el senado romano en el año 63 a. C.

y ver pasajes de la angustiosa Crucifixión de Cristo,

a solas me conmoví por las lágrimas derramadas por Messi

al salir del Barcelona Fútbol Club,

así como,

lamenté la suerte de la desdichada  isla de Camila Guiribitey

una influencer que no podrá guardar en sus carteras Gucci

la Patria y Vida que faltó,

corría el año 2021 para esos acontecimientos.

Ellos consideraron inconclusa mi debilidad ante los eventos

como esa noche de 2019

cuando escuchaba a Lana Del Rey en Youtube,

recuerdo que llevaba una bata color salmón con encajes

solo se veían mis manos en el ordenador escribiendo:

I've been tearing around in my fucking nightgown

24/7 Sylvia Plath

Writing in blood on the walls

'Cause the ink in my pen don't work in my notepad

Don't ask if I'm happy, you know that I'm not

But at best, I can say I'm not sad

'Cause hope is a dangerous thing for a woman like me to have

Hope is a dangerous thing for a woman like me to have.

Tener otras miradas fue suficiente

en el reloj del tiempo de un país arrasado,

como gota de agua insalvable de un universo de luz

salvaje

cayendo en un pozo de deseos fragmentados,

sin discernir los días que pasan

sobre el trayecto invisible de los años,

agotando la escritura

y siendo la criatura más feliz que hayas conocido.

Alicia se balancea en las líneas hexagonales del no tiempo.


Del poemario: Bocetos para Alicia.

Carmen Rosa Orozco.




                                         


Fotografía de Irina Dzhul.

Día 429 Palabras que ruedan.

Si las palabras pudieran liberarme escogería la vida y no la muerte. Todo estalla y nada revolotea en tus ojos, sin señalar, sin menoscabar lo adyacente, girando como piedra astillada hasta no parar, apoteósica como una muralla infranqueable. Palabras, palabras, fui nombrada por una palabra antes de nacer entre los labios de mis padres adolescentes, escondidos, buscándose entre sábanas incestuosas de una rancia brecha familiar donde la niebla borra y no deja significados  heredados a sus descendientes. Crear la fina hebra que conecta los vocablos con los espíritus que se esconden en mis manos aún jóvenes, plenas de belleza, marcadas por finos surcos que solo yo puedo ver, por donde se conducen las voces que oigo, que siempre oigo. La casa está anegada, en el agua nadan telas de colores, salgo a atrapar las letras que flotan sobre ellas, letras para formar frases olvidadas y no dichas, besando tu cuello sobre la inundación, atrapando los verbos que saltan de tu boca hasta mi aliento. Apresurada, desesperada por encontrar algo, buscando donde otros han decidido callar, dejando la polvareda detrás de mi sombra. El frío endurece los pliegues de mi piel y no hallo tus respuestas, el amor nos sobrepasa olvidando esta época de odio que nos ha tocado vivir, he decidido amarte sin esperar una palabra o alguna retribución silenciosa. Renglones dispuestos para perderme en los trayectos difusos del tiempo, días asincrónicos donde las espirales se convirtieron en líneas rectas y sin maniobrar. La creación fue mencionada para hacerte florecer en cada rincón y abertura; insectos de luz que se debaten entre la pared y las cortinas, martirizando mis oídos ante sus constantes aleteos que beben lo que he dejado de ser, alucinada en ti para encontrarte.

                        Palabras que ruedan de mis uñas,

                        cada rasguño encontró algo distante,

                        sumida por entero en tus comas y bifurcaciones,

                        extendida como tronco en las aposiciones que te enredan a mí,

                        sin comprender el sonido preciso de las consonantes

                        y la ausencia de signos ortográficos.

                        Tus besos, todos tus besos, marcaron la diferencia,

                        y estuve alejada

                        como quien cruza los charcos de la destrucción para salvarse

                        de manera egoísta y sin intenciones.

                        No hay nada malo que pueda seguir sucediendo

                        porque un universo inextinguible de libros reposa allí.

                        Te ubicas en los confines de lo no imaginado

                        anunciando el encanto que produces cuando te miran,

                        construir puentes de hablas cuando no deseas conversar,

                        escondida en un montón de palabras que ruedan

                        de manera agonizante y fulgurosa a la vez.


Del poemario: Los días asincrónicos de Tina.

Carmen Rosa Orozco.

Gracias a Les Quintero y Graciela Bonnet por incluirme en el Proyecto literario de Hacedoras, de la Editorial Lector Cómplice. Gracias por hacerme parte de ustedes. Felicitaciones a las 249 Hacedoras con las cuales comparto páginas del I Tomo, es una oportunidad para conocernos. El texto que comparto se llama: Día 429 Palabras que ruedan, de mi poemario Los días asincrónicos de Tina; lo escribí con especial atención para esta antología ya que el tema sugerido era la creación literaria o creación artística. En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre).

Con acuarela de portada de Nidia Tabarez.



 

Día 21 Un torbellino turquesa en las paredes.

Las cortinas raídas y mugrientas en las ventanas de enfrente a la casa de la abuela Sofía se mecen al compás de los apagones eléctricos. El conejo blanco de Alicia ha penetrado en mi alcoba, se hunde en los agujeros negros venidos de tazas de café sin disolver, de dimensiones sumergidas en el picaporte, huye y regresa a través de las paredes blancas, un torbellino turquesa lo lanza a mi cama, se introduce en el colchón, podría ser mítica su figura como la de Carroll, no puedo dormir, las pastillas para dormir se las ha bebido el gato amarillo que se come mis uñas; las palabras cayo y callo no obran en un contexto determinado, sino en mi imposibilidad idiomática, flotan en el ordenador, se adentran en una borrasca blanca, me desarreglan y agreden mi cuidada ortografía o significados interconexos entre callos que fracturan pies y cayos de asfalto parecidos a islotes de cuero humano pegados a la historia infeliz de los que se van caminando, ondulan esas dos palabras y no las interrogo, veo la pantalla y el cerebro embotado por los trasnochos, la incapacidad para dormir detienen esas dos palabras. Debo picar el repollo tan fino que no me sorprenda, rallar la zanahoria, que su color anaranjado pinte mis cejas amontonadas, la cebolla muy pequeña y sin olor, el cilantro en proporciones ligeras; la salchicha sobresale, las papas fritas abundan, el queso blanco y espeso; todo saturado de salsas traídas a remolque de viento por las trochas, devoro tres perros calientes o hot dogs como dirían los gringos en el ampuloso Norte. Olvido donde he dejado las llaves, los lentes de sol, mis argollas aretes preferidas. Los niños se reían muy bajo de mi diario conjuro en invertir el orden lógico  del encabezado escolar: cambiar enero por junio, el año 2013 por 2073, el nombre de las ciudades; la delgada maestra rompía con inusitada constancia los hilos del tiempo, era fácil transgredirlo en la pizarra acrílica, la borradora podía esfumar su marcado entusiasmo en evadirse y solapar el paso de las horas en los ojales de su blusa rosada y los pasadizos secretos de sus distracciones, su perturbación continuada en pensar que no existía. Salí de la papelería Los Maracuchos, no encontré el hermoso y aerodinámico carro azul marino, veía a lo largo la calle 5, dudaba si salí en el auto y se humedecieron mis ojos al pensar que lo habían hurtado, pero vi las filigranas de sol balancearse en el cuerpo invadido de flechas de San Sebastián, recordé en aquel momento la curaduría que hice sobre la exposición de este Santo para el Museo Diocesano del Táchira y reconozco que amo desde niña la vida de los Santos, aunque a veces mi cordura se estremece como un vaso desechable que rueda por la acera, el Santo asaetado me mostró un cartel que decía Perfumería Central, lo había estacionado en la calle cuatro. Dios está hecho para gente minúscula y abatida como yo, para seres estrambóticos e innecesarios, para personas con una autoestima atomizada por estrellas y que se creen un sol, un pequeño sol, como yo; Dios está hecho para gente que lo necesita, con fe intermitente y ahí me apunté, pensar que esa entidad tan singular me amaba, iluminaba mis días, no me importaba que los progres, la generación x, milénica o centúrica, poderosos e intelectuales no creyeran en él, era una no loca que lo amaba. Ella superó con la fuerza de su voluntad la silenciada locura que arrastraba como herencia familiar. Me detengo en el semáforo y la luz verde  indica que siga conduciendo, pero de nuevo, las dendritas mentales se escurren y paralizan el orden lineal de las acciones sencillas, me quedaba suspendida mirando la luz, la claridad, los niños pidiendo limosna, el tragador de combustible que incendiaba mis pestañas y besaba los pesos que caían de mis manos, los lanzaba al aire como ofrendas, como la disoluta continuidad de nuestras maltrechas vidas, tocaban cornetas para que continuara, aceleré y rotulé mis pulsaciones en la muñeca izquierda con saliva y rezos. Poco le llegó a importar si hay escasos lectores o si los libros son retirados, ella siempre tenía el oculto temor que las cosas iban a desaparecer por completo, reordenándose en un espacio de no cosas donde flotaban en su ya no existir, como una memoria supra mental salpicada de polvo cósmico, allí, ella podría ser disipada, su espíritu aniquilado en la no consciencia, donde sus recuerdos involucionaran cerrándose como un anillo negro que anulara su apariencia terrenal, desaparecida, micro orgánica, ciberespacial, subatómica, fragmentada, partida, sin presencia divisible en quarks y neutrinos de antimateria, sin masa corporal ni sustancia anímica invisible; la única hebra que no se rompía era el amor por su hija, eso la salvó de ser desintegrada como materia universal de un cosmos degradado y pastoso; flotó de forma ingrávida y eterna por ella, un amor que no la dejó desvanecerse en los agujeros negros del no vivir, la amada Camila fue ruido perfecto y radiante.

                        Navegas en un cementerio oxidado de hombres

                        las distancias milimétricas entre los sexos

                        fueron medidas con un compás acordonado en su cuello.

                        Un medio círculo marcó todos tus besos.

                        Algo que me decías al oído

                        con la rabia de un gitano mal encarado

                        me hizo disentir de tus decisiones.

                        Stephen Hawking y Roger Penrose,

                        abarcan una habitación cóncava

                        donde los espejos asincrónicos crean la línea definitoria

                        entre el espacio y el tiempo,

                        concentrando la luz después del Big Bang,

                        es 1969,

                        aún no he nacido,

                        leo los diálogos en la galaxia de Andrómeda,

                        me hago diestra en el ejercicio espiritual

                        de leer en forma vertical en segundos

                        acaparando páginas de libros

                        e informaciones minuciosas que no interesan.

Es 1974,

todavía

no he (no nacido):

La intensidad de la gravedad de los agujeros negros es tan grande,

que nada puede escapar de ellos, ni siquiera la luz.

Fui desde entonces una estrella caída sobre mi peso

juntada a otras estrellas derribadas,

borrando las líneas de los siglos

junto a las estrellas derribadas por mi peso

convirtiendo en amasijo negro las dudas,

formamos parte de lo negro y perturbador,

los agujeros negros no son completamente negros.

Leo de forma vertical y no existo,

evado la luz a fuerza de costumbre,

olvidé el aroma de su costoso perfume,

leo poesía actual pero no puedo concluir,

cuento el tintineo de la luz

que cae en el porcelanato blanco de la sala

aglutinándose en una masa finita de sucesos con mi estupor,

dudo del rigor de los datos acumulados en el silencio,

hablo poco,

amo el viento y el sol que acarician mi rostro.

Cualquier cosa que atraviese el horizonte de sucesos

de un agujero negro se destruye para siempre.

Destruida antes del nacimiento,

las costillas rotas como mezcla viscosa de huesos,

buscando el resplandor en el espejo,

venas rotas y arterias colgando,

miradas perforadas de ecos,

adorando el lujo y la precariedad a la vez.

No podemos reconstruir un objeto que ha caído en un agujero negro.

Su mirada bloqueó mi destello,

brillé,

siempre brillé.

Nada podrá dirigir mi luz emitida a cuentagotas,

cae,

cae,

vuelve a caer,

convertida en un pozo de luz,

un hondo pozo de luz donde me pierdo en la oscuridad.

Te amo de forma incondicional y con desmesura.

Cada partícula que abandona un agujero negro

también debe estar entrelazada con cada una de las partículas

que han escapado anteriormente.

Vine para encontrarte,

te amo antes de mí,

antes de ser nombrada

o recreada en un lienzo prerrafaelista

como la Ofelia de John Everett Millais en 1852,

al contrario de ella,

caí de un árbol

pero no hallé la muerte,

morí ahogada en un pozo de luz.

Dices sentir atracción por el drama y la tragedia

de manera malsana y autodestructiva,

como el fin de María Callas

muerta en su apartment at 36 Avenue Georges Mandel, Paris,

es 1977,

abandonada por Onassis

que regresó después de no ser correspondido por Jackie.

Madama Butterfly en Nagasaki,

es 1890,

Pinkerton no te ama,

un cuchillo drena los agujeros del tiempo.

Es 2020,

año asediado por la peste china,

me has dejado con estudiada crueldad

esa que no tiene escenarios,

elaboro una colección de bisutería que será exhibida

en vitrinas blancas con vidrios refractantes

que reposan en el balcón,

Ciudad de las Palmeras.

Si tu ne m'aime pas, je t'aime

Si je t'aime, prend garde à toi!

Habanera (Ópera Carmen),

es 1875,

Bizet muere muy joven

y ella ha sido asesinada por celos.


Del poemario: Los días asincrónicos de Tina.

Carmen Rosa Orozco.


Fotografía de Irina Dzhul.