no
puedo hablar,
el
corrector adivina mis palabras,
las
antepone a mi desgracia,
a
mi muerte prematura,
pareciera
estar muerta pero estoy muerta.
Los
espíritus deambulan en mi casa vacía mordida por la noche.
Escribo
en los espacios dados por el Instagram,
donde
todos fingimos ser felices y perfectos.
Se
transgreden las horas con tu ausencia,
he
perdido años amando a un hombre que no sabe amar,
que
me sepulta en el zig zag entre la memoria y la desolación.
Los
gusanos pudren mi carne dentro de una fosa común,
es
el año 1918 y he muerto de gripe española,
huía
de la guerra pero encontré la muerte,
mis
senos se deshojaron como rosas
y
mi aliento no succionó más tus besos,
todo
lo que amé se marchitó en esa mortaja blanca
y
en el velo de encajes que nunca me llevó a mi boda.
No
quiero hablar,
quiero
estar encerrada para siempre en esta casa
donde
la hierba crece hasta el cielo
y
las aves se entrecruzan con mis dedos,
soy
muy feliz con los dos personas a las cuales más amo;
he
quedado apresada en la casa
donde
la neblina es destilada en botellas que no se cuelgan
y
monedas que no existen.
Un
oso de peluche nombrado Doki me mira con ternura
y
mi hija duerme en el camarote
de
un trasatlántico llamado Alborada,
huimos
y somos consumidas por la niebla.
He
dejado de escribir sobre cuadernos oleaginosos y temerarios,
sobre
la portátil que me obsequió Romer;
escribo
sobre sitios colectivos que no me pertenecen.
Un
coyote ha cobrado tres mil dólares a Amelia
para
que pueda surcar el cielo sobre Arizona.
Quiero
estar lejos de esta realidad
que
se derrumba entre ruinas borrascosas,
el
aire es tamizado por mi perfilada nariz
que
me costó tu odio y tu desdén.
He
estado muerta,
pero
pretendí no saberlo.
Escribo
libros que nadie lee
para
no terminar desquiciada por no ingerir mis somníferos,
no
me interesa publicar,
ni
corregir los textos de mis amigos imaginarios,
me
desconcierta interactuar con otros.
Te
amo a pesar del colapso y la devastación,
un
día estaremos muertos
y
no se percatarán de nuestro olvido.
Te
ruego, te amo y ardo encima de este país en llamas.
Del poemario: Bocetos para Alicia.
Carmen Rosa
Orozco.
Fotografía de Laura Makabresku.
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