Entonces
la culpa se tornó cruel
y
fueron sedientas sus huestes,
Oriana
vislumbró el valle
era
aceitunado
y amplio
ante sus ojos,
regresaron
del azul y rojo de las sangres,
los
dedos de los enemigos se encorvaron
y
fue lento el camino de Hunasofat,
pero
quién es este hombre
que
dice la verdad
con
labios de carnero
y
hace morir después
a
las gentes
con
tal impiedad,
fue
crudo el destino,
las
relaciones eran agrestes;
pero
el olvido
pautó
una nueva marca,
hicimos
el pan,
tomamos
el vino del cáliz,
pero
la vuelta no fue segura,
otros
escribieron por mis manos,
asaltaron
mi corazón
y me
dejaron acabada,
la
enfermedad
matizó
de un profundo ocre mi esperanza,
pero
me levanté resuelta
y
besé otro amanecer en mis labios.
Las
lenguas de los pueblos
eran
pobres
y
ahora los hebreos
tomaban
la venganza en sus armas,
el
Oriente se tornó violento,
muchos
murieron,
se
destrozó el caos,
los muros
y fortificaciones cayeron,
pero
los blancos apaches del Norte
tornaron
sus alas en contra de sí,
cómo
pudo soportar tanta indulgencia
de
sus pastores,
iglesias,
y
demás menciones del todo;
esto
fue una mentira,
su
interés era el mismo,
llenar
las arcas
y
saciar en demasía su hambre,
cayó
el telón opaco de los siglos
y en
ellos no creerán más.
Vaciarás
la casa
de
aquellos que te defraudaron
y el
mismo dolor será el nuestro.
Los
pobres pululan como monte
y
tantas voces
serán
necesarias el día del fin.
Carmen Rosa Orozco.
De Oriana y otros apuntes.
Pintura: Tamara de Lempicka.
No hay comentarios:
Publicar un comentario