Agatha
Christie no recuerda el tramo en la oscuridad.
Que
haya desaparecido por once días no quiere decir que haya olvidado todo, el
abandono de mi marido no significó mi fin sino mi gloria, un hombre no lo puede
ser todo, no lo es todo para una mujer, nadie debe ser todo para alguien, en
vez de seguir llorando decidí ser famosa y pervivir por encima de mi muerte,
podría decir que lo logré, el abandono por una mujer diez años más joven no
significó mi ruina, Nancy Neele no iba a ser la artífice de mi destrucción, yo
decidí que fuera la piedra angular de mi amor propio, no me importaba ganar el Nobel
de Literatura o ser el caldo propicio para las manos infecundas de críticos literarios;
mis propósitos eran ganar dinero y ser famosa.
No
puedo decir con precisión en qué consiste la fama o cómo se llega a ella, mi madre
Clara era vidente y en las líneas de mis manos pudo avizorar mi glorioso
destino, no está mal, figuro como la tercera escritora más leída después de la
Biblia y William Shakespeare, no está mal para una mujer que logró superar la
traición del hombre al cual amaba, sus facciones perfectas y su atractivo
cuerpo no serían mi perdición, siempre hay que amar a quien desea ser amado, a
quien corresponde a nuestro amor, me aburrió de antemano el drama continuo que
podría ocasionar esa ruptura, y por ello decidí seguir.
No
recuerdo con exactitud si el golpe en el choque del auto me ocasionó la amnesia
o la fuga histérica de los recuerdos de mis últimos días. Solo sé que quería
olvidar lo más pronto posible y recuperarme, Archibald no obró la gracia de
desgarrarme por completo, lo amaba, y ese día mi amor se acabó por él, estaba
por encima de él y sus infidelidades, diré que me siento triunfante, que él aún
se revuelca en su tumba por mi éxito, más nunca le volví a hablar, no quise ni me
importó saber más nada de él, de los muertos que no son de nuestro agrado ni se
habla ni se les recuerda.
Hoy
es 3 de diciembre de 1926, cerca de las diez de la noche, salí hecha trizas de
la casa en mi Morris Crowley después de una fuerte discusión con mi esposo, sé
que me va a dejar por Nancy, veo todo confuso, mi corazón destila veneno y
dolor; termino perdida por varios días en el Swan Hydropathic Hotel en
Harrogate; solo quería ordenar mis ideas; otros me acusan de querer inculpar de
asesinato a mi marido o de convertir esto en un truco publicitario para la
promoción de mis novelas o de un intento de suicidio. Solo yo sé lo que pasó,
era un profundo desconsuelo que me dividía en pequeñas partes que no podía
juntar, era el pesar de un corazón deshecho por el abandono del esposo amado,
no medí las consecuencias, quería estar sola y olvidar.
Caminé por la neblina
siguiendo mi sombra
buscando los recuerdos
queridos,
no encontré nada,
las lágrimas se
congelaban en mi rostro
la sangre caía en
chispas sin herirme.
Recordé mis días como
enfermera voluntaria
en la Primera Guerra
Mundial
mientras lo esperaba,
esquirlas de metal hacen
supurar mi cabeza.
Rueda la noche de este
helado diciembre
y no estás tú.
Esa
temporada no la pasé tan sola, conversaba con Hércules Poirot
sobre los asesinatos donde se veía involucrado por mis personajes y de sus
fatigantes pesquisas detrás de los culpables. La curiosa Miss Marple me contó sobre
la gran búsqueda de mi persona y del guante que llevó mi amigo Sir Arthur Conan
Doyle a una médium para visualizar mi paradero, del rastreo arduo hecho por Scotland
Yard, de las 100 libras ofrecidas por mi ubicación por un periódico famoso y de
mi desaparición anunciada a viva voz por el New York Times.
Allí recordé una tarde en la playa en la isla de Burgh hablando con mi
madre y mi hermana Margaret; les contaba que la muerte, la intriga y el
suspenso, eran muy atractivos para los lectores, que deseaba escribir novelas
policiales a lo cual Madge me retó a que no podría hacerlo sin que el asesino
se pusiera en rápida evidencia, del desafío resultó: El misterioso caso de
Styles, era el año 1920.
Además,
mientras realizaba unas anotaciones en unas hojas que me suministró el hotel, encima
del margen superior aparecía una letra palmer en español que no era la mía, no
sabía este idioma pero lo entendí de repente, en el pequeño espacio en blanco
una chica llamada Meybel Moreno me escribió que había logrado interceptar las
líneas del tiempo forjando sus pensamientos en materia soluble, por lo cual lo
hacía fluir en ondas mentales transcritas en letras; me habló de lo dichosa que
sería en mis segundas nupcias con un hombre llamado Max, de la gran fama de la
cual gozaría, de mis tataranietos y otras tantas cosas más que me sorprenden. Su
párrafo iba desapareciendo a medida que lo leía, de esa manera le respondí en
el mismo lugar que me era grato conocer a alguien de una época futura
preocupada por mi localización, le copié con determinación que preferí la
transcendencia a seguir perturbada por una decepción amorosa y como la fuerza
de mi voluntad fue más fuerte que el desamor.
Meybel
apuntó con esmerada ortografía que preparaba su boda mientras Kiev era
bombardeada por Rusia, que estaban saliendo de una pandemia parecida a la Gripe
Española en 1918. Ella también prefirió escribir y olvidar, había emigrado a un
país de Europa del Este desde Suramérica, que su escritura no era comercial y
sus objetivos eran imprecisos, pero sirvió de paliativo a sus dolencias
mentales ya que logró suprimir terapias y pastillas que la condujeron a un
laberinto sin formas.
Lo
último que le respondí fue que las acciones de los hombres quedan suspendidas
en un punto frágil donde se rompen, lo que es no será, lo que fue no lo volverá
a ser. No concebí el suicidio como opción debido a mis creencias cristianas y
porque comprendí que iba a morir como todos, quería saber lo que pasaría
conmigo si vivía hasta el final, apenas tengo 36 años y ese amor puede ahora
significar mi mundo para mí, pero sé que después solo será recuerdo.
La luz flota en las
cortinas del gran hotel
la banda toca una
canción melodiosa
me sumerjo en el vaso de
mi brandy escocés
y las voces de mis
personajes me inquietan,
las esposas de los
músicos me miran de forma lacerante
hurgando mis culpas
y la mirada que he
perdido,
las mujeres pueden
intuir las decepciones que ocasiona el amor.
En la piscina leo el
periódico
y les digo que vengo de
Ciudad del Cabo
huyendo a la aflicción
por un duelo familiar.
De
modo que, tras la enfermedad,
llegaron
la pena, la desesperación y un corazón roto.
Los días se confunden
con las noches
se cuelan con los ojos y
las palabras de otros,
todo sopla deteniéndose
en un sitio tangencial
donde tus besos marcaron
mi espalda
y yo te miraba de reojo
en el espejo,
te amé, mi dulce Archie,
pero ya todo es cuestión
de las gotas del tiempo,
del pantano y el olvido.
Reposo en tus labios como muestra de
desacato y ofensa,
nadie sabrá amarte como yo,
pero no es fácil retener a quien ha
decidido huir
esa tarea me podría llevar a la locura
y a perder el sentido de mi existencia,
equilibré tu ausencia
en centenares de hojas que nos
inmortalizaron.
Quedaste en esa noche blanca, espesa y
húmeda,
quedaste en un pasado inamovible y
agotador.
Presté tu apellido,
pero más nunca oirás mi voz.
Tamizo mis dudas en Harley Street
y sé que soy lo único que tengo,
que al final estoy sola con mis libros.
Era Agatha,
quien más amó a Rosalind y Clara.
Carmen Rosa Orozco.
De: Los 20 retratos de Sofía en la pared.
Fotografía de Anka Zhuravleva.
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