Día 429 Palabras que ruedan.
Si
las palabras pudieran liberarme escogería la vida y no la muerte. Todo estalla
y nada revolotea en tus ojos, sin señalar, sin menoscabar lo adyacente, girando
como piedra astillada hasta no parar, apoteósica como una muralla
infranqueable. Palabras, palabras, fui nombrada por una palabra antes de nacer
entre los labios de mis padres adolescentes, escondidos, buscándose entre
sábanas incestuosas de una rancia brecha familiar donde la niebla borra y no
deja significados heredados a sus
descendientes. Crear la fina hebra que conecta los vocablos con los espíritus
que se esconden en mis manos aún jóvenes, plenas de belleza, marcadas por finos
surcos que solo yo puedo ver, por donde se conducen las voces que oigo, que
siempre oigo. La casa está anegada, en el agua nadan telas de colores, salgo a
atrapar las letras que flotan sobre ellas, letras para formar frases olvidadas
y no dichas, besando tu cuello sobre la inundación, atrapando los verbos que
saltan de tu boca hasta mi aliento. Apresurada, desesperada por encontrar algo,
buscando donde otros han decidido callar, dejando la polvareda detrás de mi sombra.
El frío endurece los pliegues de mi piel y no hallo tus respuestas, el amor nos
sobrepasa olvidando esta época de odio que nos ha tocado vivir, he decidido
amarte sin esperar una palabra o alguna retribución silenciosa. Renglones
dispuestos para perderme en los trayectos difusos del tiempo, días asincrónicos
donde las espirales se convirtieron en líneas rectas y sin maniobrar. La
creación fue mencionada para hacerte florecer en cada rincón y abertura;
insectos de luz que se debaten entre la pared y las cortinas, martirizando mis
oídos ante sus constantes aleteos que beben lo que he dejado de ser, alucinada
en ti para encontrarte.
Palabras que ruedan de
mis uñas,
cada rasguño encontró
algo distante,
sumida por entero en tus
comas y bifurcaciones,
extendida como tronco en
las aposiciones que te enredan a mí,
sin comprender el sonido
preciso de las consonantes
y la ausencia de signos
ortográficos.
Tus besos, todos tus
besos, marcaron la diferencia,
y estuve alejada
como quien cruza los
charcos de la destrucción para salvarse
de manera egoísta y sin
intenciones.
No hay nada malo que
pueda seguir sucediendo
porque un universo
inextinguible de libros reposa allí.
Te ubicas en los
confines de lo no imaginado
anunciando el encanto
que produces cuando te miran,
construir puentes de
hablas cuando no deseas conversar,
escondida en un montón
de palabras que ruedan
de manera agonizante y
fulgurosa a la vez.
Del poemario: Los días asincrónicos de Tina.
Carmen Rosa Orozco.
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